martes, 25 de diciembre de 2007

Sobre la transformación del periodista en hombre


No es la primera vez que uno de mis disgustos termina convertido en texto. Esta vez la procedencia de los caracteres coincide con una discusión de colegas en la que se me expuso que ser periodista era la escala primitiva de una evolución que terminaba en un estado de plenitud bajo el rotulo de ‘editor por experiencia’. Mis discusiones mentales alrededor de la transformación del mono en hombre.



Soy periodista y defiendo mi bandera por encima de cualquier acenso o escalafón editorial. Soy periodista porque lo elegí y seré periodista hasta el día de mi muerte. Este es mi manifiesto.

Hace poco tiempo escuché una versión bastante incomoda sobre el periodismo. Mi interlocutora, otra colega, exponía que ser reportero era la primera escala de una evolución dentro del periodismo. Esto a ciencia cierta y por tradición histórica tiene algo de cierto, en lo que no coincidimos fue cuando ella misma me expuso que un periodista, para alcanzar la gloria profesional eterna, tenía que cumplir con varios requisitos. Estas obligaciones las resumo en la siguiente penta:

1. Al salir de la universidad los periodistas se especializan en escribir y ser reporteros durante muchos años.

2. Luego, después de haber sido reportero, el periodista está preparado para afrontar cargos de coordinación, esto implica comenzar a delegar y olvidarse de los ‘incómodos’ ratos que se pasaron en la calle bajo la figura de un reportero raso.

3. Ahora ese que empezó como periodista está convertido en editor a causa de una sapiencia absurda que la edad y el tiempo han depositado en su camino.

4. El editor debe de trabajar duro, delegar fuerte con su tridente y pulir sus últimos retoques directivos.

5. Ahora, ese que recibió el título de periodista en una universidad tiene un cargo directivo y ha llegado a la gloria de este, al que Albert Camus y muchos otros han llamado “el oficio más hermoso del mundo”.

Reportero + trabajo + tiempo + edad = editor. Editor + habilidad para delegar + interrupción de los sabios oficios de la reportería = director de un medio. Director de un medio = meta de todo periodista.

Puede que muchos compartan la opinión de mi compañera, pero, como soy de la manada de los que concebimos la reportería, el contacto con la gente, el roce con el pueblo, como parte de nuestra vitalidad periodística, mis respuestas en todo momento fueron cerradas, a la negativa y, por supuesto, a la defensiva.

Todavía estoy buscando algún argumento sensato que se salga de mis límites pasionales; mientras tanto, no dejo de recrear en mi mente la imagen de la evolución periodística y siempre me veo como un mono de cola larga que salta cargado de periódicos sobre la mesa de un director de medio que tiene colgado sobre la pared un título profesional que, en la equivalencia de esta escala, lo acredita como un Homo Sapiens.

Admiro la labor de los editores que, como lo ha expresado en varias ocasiones Ana María Cano, directora de La Hoja Medellín, “son capaces de tomar decisiones arriesgadas, trascendentales y heroicas”. Exalto a un editor que escucha, glorifico a un editor que defiende, elevo al cielo a un editor que jamás deja su estado primitivo de reportero. Lo que condeno son aquellos editores que dejan de ser periodistas y, por una necesidad de clasificación, se convierten en una vacante que, en cualquier momento, puede llegar a reemplazarse por un economista o, en el mejor de los casos, por un administrador que conoce la gramática de la lengua en la cual se escribe.

Aún no termino de acostumbrarme a la ‘teoría evolutiva’ que he mencionado en repetidas ocasiones. Imagino al ruso Alexandr Ivánovich Oparin tratando de acomodar su clásico texto El origen de la vida a una exposición de argumentos evolutivos en el oficio periodístico; el único problema es que dentro de esta escala evolutiva no logro definirme entre un Australopithecus, un Homo erectus o un Homo neanderthalensis. Creo que por simple gusto sonoro me quedo con el Australopithecus.

Mi versión no es la única, ni pienso sentar otra especie evolutiva de ‘super periodistas’. Tampoco se encuentra entre mis planes dejar registrada una verdad. Lo único que aspiro es dejar en la mente de los que amamos y sentimos este oficio dentro de nuestras almas, la inquietud por las imágenes que nos estamos recreando de los perfiles de nuestro oficio. Por mi parte siempre seré periodista, levantaré en alto la bandera del reportero, aun me sigo preguntando qué pasa cuando un periodista se convierte en editor o director y se queda encerrado en un escritorio esperando un nuevo texto ¿Qué versión puede llegar a tenerse de la realidad?

sábado, 22 de diciembre de 2007

Aprenda de cine, jugando con el cine


El Libro Juego del Cine es una hermosa compilación que reúne lo mejor de esta pasión que se denomina el séptimo arte. Es un espacio abierto para aprender de cine, recolectar datos curiosos y jugar con los géneros, los directores, los actores y todos los demás personajes y elementos que se puedan ubicar dentro de una misma escena.


Recomendar un libro es y será siempre una tarea arriesgada. No obstante, en algunos episodios en donde somos afortunados del destino suelen aparecer enviados del cielo los mejores textos agrupados en una caja pequeña que guarda hojas dentro de sí.

Esta vez esa pequeña caja está marcada con un nombre para usted Libro juego del cine, una joya, un objeto coleccionable, encuadernación rústica, un desafío para los apasionados.

El Libro juego del cine compila la historia del séptimo arte desde 1885 hasta 2006 en forma de una divertida antología en la que se van mezclando juegos de memoria, de destreza y de conocimiento para todos los cinéfilos que saben todo cuanto pueden saber sobre el cine.

Para los que no sabemos todo cuanto se puede llegar a saber y que nos apasionamos por conocer todos los días, más y más, esta joya editorial se convierte en un instrumento de estudio moderno, lúdico y mitológico.

Pierre Murat y Michel Grisolia le brindan al lector la oportunidad perfecta para que aprecie las mejores citas y comentarios sobre directores, productores, actores, películas, géneros. Además, con una hermosa diagramación y bellas fotografías que rayan en el punto máximo de la creatividad, ponen a prueba los conocimientos del celuloide cinéfilo.

Deje volar su imaginación y consulte este texto, tal vez, en algunas de esas páginas escogidas al azar pueda tropezarse con los hermanos Lumiére, involucrarse en una Ventana indiscreta, halarle la cola al ratón de Walt Disney, conocer a Akira Korosawa, entrevistar a Woody Allen o terminar en una batalla magistral junto a los personajes de La guerra de las galaxias.

Ficha técnica:

Nombre: Libro juego del cine.

Autor: Murat Pierre, Grisolia Michel.

Editorial: Ma Non Troppo.

Páginas: 396.

Año: 2006.

Idioma: Español.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Para aprender a ser Nazi







Napola era la denominación utilizada durante la segunda guerra mundial para referirse a las escuelas creadas por Hitler para educar a los dirigentes de un imperio que no tenía futuro. Ir a Napola significaba aprender a ser criminal por encima de cualquier sentimiento, someterse a humillaciones, morir en vida, ir a Napola significaba aprender a ser Nazi.

Los alemanes tienen tanta tristeza acumulada en el pecho que cada que te sientas frente a la pantalla de cine a ver un film rodado por, en o con la historia de Alemania, terminas hundido en una depresión absoluta, una sensación de nostalgia, un vacío indescifrable.

Corría el año de 1942 en Berlín cuando Friedrich, un joven de 16 años, acababa de terminar su bachillerato elemental y soñaba con ser una gloria del boxeo. La oportunidad de su vida se presenta cuando un entrenador Nazi lo ve pelear y le ofrece estudiar con la élite de Napola. Allí Friedrich conoce a Albrecht, el hijo de un gobernador Nazi que quiere ser escritor. Ambos jóvenes se ven involucrados en una serie de tragedias, amistades, amores, deseos y mentiras que adornan el águila imperial de la supremacía nazista.

En este escenario transcurre Napola, tercer largometraje del director Dennis Gansel, cinta que expone de manera magistral las historias de quienes terminaron peleando en la segunda guerra mundial. Historias de niños que comienzan su crecimiento subyugados a una amante oscura: la guerra.

El director Dennis Gansel, nacido en Hannover en 1973, puede hablar de las ‘National Politische Erziehungs Anstalt’ o Institutos Políticos Nacionales de Educación’ con toda la propiedad del caso puesto que su abuelo fue instructor de la Napola de Hannover en 1940.

Con Napola además de arrugarme el corazón recordé dos puntos importantes para tener en cuenta dentro de la historia cinematográfica. El primero de ellos tiene que ver directamente con la supremacía Nazi y el valor de la belleza corporal. En una de las escenas de Napola, donde evalúan físicamente a Friedrich, le miden el color de sus ojos, el ancho de su espalda y cada una de sus bellezas e imperfecciones, recreé en mi mente las imágenes de la ya clásica cinta de Leni Reifenstahl, Olympia.

Olympia es el reflejo de la existencia de un arte puro frente a una postura política. Esta obra consolidó a Reifenstahl como una de las mujeres más importante en el mundo del cine, a pesar de casarla en un matrimonio histórico con el movimiento liderado por Hitler. Tanto en Olympia como en algunas escenas de Napola, la supremacía corporal, los ojos azules, la belleza, el cabello rubio, los músculos, entre otros aspectos, se roban la cámara en un lord a la magistral creación humana.

El segundo aspecto, no tan relevante como el primero, tiene que ver con la historia del cine colombiano, de Medellín específicamente. Con Napola recordé varias de las películas que se han rodado con la temática del narcotráfico alrededor del mundo.

Muchos cinéfilos colombianos odian estas películas, ya sean de producción extranjera o nacional y justifican su odio en lo repetido que esta el tema. Aunque no las he visto todas he de suponer que no todos los film que se han rodado alrededor de la segunda guerra mundial han sido buenos. Recuerdo por ejemplo el caso de The Sound of Music, La novicia rebelde (1965), cinta que cuenta la historia de una aspirante a monja que se enamora de un capitán naval retirado y viudo. Esta historia está inspirada en la vida de los Trapp, una familia de cantores austríacos que escapó de Austria durante la dominación Nazi en 1938.

A pesar de que esta película obtuvo cinco premios Oscar en 1965 (película, director, montaje, sonido y adaptación musical) no entra en mis favoritas y sé, de antemano y con el total derecho a especular, que tampoco lo hace en la lista de otros cuantos.

¿Es pecado repetir temáticas en el cine? Con Napola, a pesar de ser una cinta extranjera, me planteo la reflexión alrededor de un cine que repite cosas. Lo importante no es repetir o no repetir si no abordar los contenidos de una manera creativa, no se innova en el tema, se innova en el enfoque y en las técnicas. La pregunta es ¿Qué es lo que le hace falta a nuestro cine para que pueda darse el lujo de repetir sin la necesidad de seguir cayendo, cliché tras cliché, en el mismo punto blanco de cocaína?

Por eso recomiendo Napola porque además de ser limpia en su técnica, de delinear personajes perfectos que se hacen amar en un segundo, de someter al espectadora a la sensación que producen los paisajes de invierno, también nos hace pensar. Hace que nuestra mente se pierda de la silla y que navegue por este indescifrable mundo del cine, un cumulo de sensaciones que, como Napola, alberga tristezas, alegrías y desencantos que no se pueden describir.

Título Original: Napola
Año: 2004.
País: Alemania.
Dirección: Dennis Gansel.
Actores: Max Riemelt, Claudia Michelsen, Martin Goeres, Thomas Drechsel, Leon A. Kersten, Jonas Jägermeyr, Sissy Höfferer, Gerald Alexander Held, Florian Stetter, Michael Schenk, Justus von Dohnanyi, Joachim Bissmeier, Devid Striesow, Tom Schilling, Julie Engelbre.
Duración: 1 hora y 50 minutos.

jueves, 18 de octubre de 2007

Hasta siempre seda




“Todas las historias tienen una música. Esta tiene una música blanca”. Ese es uno de los comentarios que más me llama la atención de todos los que he leído sobre el libro Seda de Alessandro Baricco. Esta, mi propia historia de seda, además de tener música tiene un sabor, un sabor agridulce.

Me desperté. Estiré las piernas y las manos y me dispuse para conocer la seda. Acababa de llegar a Anserma, un municipio del departamento de Caldas que se vende ante los libros de reconocimiento mundial como ‘La capital colombiana de la seda’.

Una y mil veces había recordado los recorridos de Hervé Joncour, protagonista del libro de Baricco, y había imaginado mi propia ruta de la seda. Las curvas de los gusanos, el proceso. La suavidad del producto terminado se deslizaba por cada uno de los poros de mi rostro hasta llegar al cuello. Allí, justo en ese punto, la seda se detenía.

El reloj supo marcar mi decepción. Fueron más las arenas derramadas a la hora de estirar mis piernas, que las necesarias para defraudarme y saber que, por lo menos en esta oportunidad, tenía que darle un adiós prematuro, frenado e inesperado a mi encuentro con la seda.

En Colombia y debo imaginarme que a lo ancho y largo del mundo, los pueblos celebran con fervorosa tradición sus fiestas municipales. Muchas de estas se hacen alrededor de un servicio, un valor, una tradición o un producto característico que los hace únicos e irremplazables frente y ante sus competidores.

Anserma no es la excepción y celebra las fiestas de la seda ¿Cuál es el precio? La inocencia de muchos que como yo ven en el oficio de cultivar seda una imagen romántica. Anserma no es ‘La capital colombiana de la seda’ y mientras se recorren sus calles lo único que se puede ver, que se le asemeje a la seda, es la piel delicada de una mujer provinciana o la camisa de ‘chalis’ que se deja caer del hombro de aquel campesino que fue a vender su oro.

Al preguntar por la seda los lugareños lucen asombrados y cuentan una historia real y concreta, incluso menos romántica, sobre el mito que los ha dado a conocer en Colombia. A un Alcalde se le presentó la oportunidad de concretar un convenio con inversionistas japoneses. El convenio era para cultivar seda en las fincas aledañas a Anserma, con este negocio el mandatario llenaría sus bolsillos de dinero y le daría a los ansermeños un motivo reforzado para sentirse orgullosos de su tierra.

El convenio se cerró, las firmas fueron delineadas y, cuentan algunos, que hasta los japoneses estuvieron de visita en el pueblo. Desde ese momento en Anserma se celebran las fiestas de la seda y hasta se elige una reina naciente del fino material.

En el segundo piso de la galería de la plaza de mercado del pueblo hay algunos comerciantes que se dedican al comercio de la seda, esto es lo único que sostiene el nombre de ‘La capital nacional de la seda’. En las demás calles, aceras, entradas y casas del pueblo solo queda el recuerdo de un Alcalde que vendió a su pueblo.

Luego de contar la historia de mi viaje, muchos de mis colegas periodistas responden con una sonrisa y hablan del gran artículo periodístico que puede resultar de esta gran mentira. Me pregunto cuántos pueblos más celebran fiestas sin razón de ser y se la pasan por el tiempo cautivando turistas sin más ni más que la ansiedad de sentirse reconocidos.

A mí, la verdad, no me importa ni me interesa el artículo periodístico, puedo ceder mil y una veces mi frustrada investigación. Mientras tanto sigo esperando el momento aquel en el que mi piel deje de ponerse de gallina y adquiera la suave textura de la seda.

jueves, 4 de octubre de 2007

De cosmo a banconauta caída de la luna







Una experiencia cósmica de cómo crecer sin morir en el intento. Nunca antes fue tan difícil tener cédula de ciudadanía


Ir a un banco, pasarse por una EPS o tratar de conseguir un trabajo nuevo siempre será una experiencia cósmica, cargada de estrellas y devoluciones espaciales que se pasean lentamente por un pensamiento insaciable de burocracia y pesimismo.

Mi cédula de ciudadanía se la debo a los regaños de mi mamá y a la necesidad de clasificación de la Universidad de Antioquia. Dicen que me hice mayor de edad a los 18 años, ahora tengo 21; pero, conforme pasan los días la realidad se encarga de estregarme en la cara que todavía soy una niña.

Busco la explicación en mis piernas cortas, los dedos delgados, mi apariencia ‘bonsaica’, una reducida huella digital y la compota con la que me alimentaron en mis primeros días de vida. Tampoco la encuentro.

Recientemente tuve un problema con mi cuenta de ahorros en Bancolombia. Me están sacando 1.500 pesos por retiro más una comisión por IVA. Yo sé que no soy la primera persona en el mundo que se queja de los servicios de un banco, pero si estoy segura que casi una de las únicas que tres años después de tener cédula de ciudadanía sigue siendo para el banco una menor de edad.

Para Bancolombia soy una banconauta, lo cual significa que aparezco en las bases de datos bancarias como una menor de diez años que tiene entre sus beneficios: chistes, laboratorios, álbum de estampitas y un retiro gratis una vez al mes, los demás los cobran.

A la entidad bancaria he asistido en tres ocasiones para hacer el cambio de tarjeta de identidad por cédula de ciudadanía; pero, para el banco sigo teniendo nueve años. Cambiaría los chistes, el laboratorio, el álbum de estampitas y encimaría una biblioteca virtual con tal de tener una cuenta de ahorros que hable de mi situación de empleada, proletaria, esclava y que no me haga quedar como una niña de nueve años que además tiene mañas criminales y recibe al mes más del triple de lo que puede gastarse en una lonchera.

Cómo si mi problema cosmonáutico no fuera suficiente, un día después de darme cuenta que tenía un pie puesto en la tierra y otro en la luna, asistí a Coomeva, mi Entidad Promotora de Salud. Tenía que hacer un reporte de novedad para que dejaran de atenderme en Bogotá y poder empezar a disfrutar de mis servicios médicos en la ciudad de Medellín.

¿Adivinen qué? Para Coomeva también soy menor de edad. Eso sí una menor de edad a la que le pagan salud como beneficiaria, pero, que también está en la capacidad de cotizar el servicio de salud. ¡Señores, por favor, tengo 21 años!

Ahora, sentada frente a esta pantalla hago un flash back de mi vida y contemplo la posibilidad que tuve de dejar de ser una niña cegatona con el ojo derecho tapado todo el tiempo, y haberme convertido en una pequeña’ traqueta’ que se tapaba un ojo para infundir terror entre sus compañeros.

En estos momentos no sería una banconauta sino una atracadora de bancos y andaría con pañoleta, pata de palo, un cuchillo y una espada colgada en el cinto de mi pantalón.

Tal vez este sea un llamado del destino y la próxima vez que volvamos a encontrarnos sea de una forma oculta y subterránea. Espero que ese día no tenga las rodillas raspadas.

lunes, 24 de septiembre de 2007

¿En qué estamos pensando?


Bien lo decía mi abuela: "Dios los hace y el diablo los junta". Esto fue lo que le encontré sobre el comedor de mi casa el jueves 20 de septiembre en las horas de la tarde. Una vecina se lo había llevado a mi mamá para que implorara por la paz de Colombia.


Después de todo la historia que me contaba la monja en primaria de que Lucifer era un ángel que había tomado el camino del mal no era del todo mentira. Miren esto ¿Qué opinan? porque yo después de verlo sentí que el 'coco' había llegado para halarme las patas.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Con IRA en el corazón







La corrupción es nuestra protección. La corrupción es lo que nos mantiene a salvo. La corrupción es por lo que usted y yo estamos pavoneando acá en lugar de pelearnos entre nosotros por sobras de carne en las calles. La corrupción es por lo que ganamos”.
Fragmento de otra cinta que desengaña el corazón: Syriana

Nada casual, pero, la única palabra con que se puede definir el sentimiento que queda sentado en la silla de cine cuando terminas de ver ‘El viento que acaricia el prado’ es la IRA. Y no es precisamente por la relación directa que esta película establece con el Irish Republican Army IRA (Ejército Republicano Irlandés) sino por la impotencia que se escapa del teatro, corriendo, respirando, agitada y sin parar.

En ‘El viento que acaricia el prado’, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 2006, el director inglés Ken Loach deja por sentado su compromiso con el cine de las causas políticas y de los daños sociales.

La cinta incursiona en el conflicto irlandés con un magistral desencanto emocional que termina por hundir al ser humano en una profunda depresión. El film está ubicado en 1920 y cuenta la historia de Damien, un médico que está por abandonar su pueblo de Irlanda para ir a estudiar a Londres. Luego de ser testigo de los maltratos del ejército inglés hacia sus compatriotas hace su juramento de lealtad al Ejército Republicano Irlandés IRA, liderado por su hermano.

Con esta historia que termina en el lugar donde uno menos se lo espera, se repiten, se evidencian y se dejan al descubierto las diferencias del mundo polarizado que habitamos. En días donde nos esmeramos por aprendernos cada una de las divisiones de la guerra musulmana, Loach trae a colación un conflicto que se pasea silenciosamente por el mundo hace más de 50 años.

Aunque ha sobrepasado las fronteras, e incluso ha llegado hasta Londres, el conflicto irlandés se ha centrado en el norte del país y ha sido conocido en el mundo con un nombre eufemístico que hace honor a ‘Los problemas’ (The Troubles). La guerra que se llevó a cabo desde 1960 hasta finales de 1998, tras firmar un acuerdo el 10 de abril de ese mismo año, fue descrita como The Long War (La guerra larga).

Para definir al IRA muchos académicos recurren al término “grupos paramilitares de Irlanda”. Tendrían que conocer los republicanos irlandeses de antaño nuestras autodefensas paramilitares defensoras del Estado. Poco tiene que ver nuestras desmovilizadas AUC con la lucha que desde hace años sostienen los irlandeses para desligar a su país de cualquier vinculo que puedan tener con Reino Unido.

El IRA no es más que otra muestra de lo que puede pasar con una ideología cuando pasa de boca en boca, como profecía maldita, sin control ni colador. Todas las divisiones del Ejército Republicano Irlandés dicen ser herederas del IRA original, proclamado por el parlamento en 1919.

En 1969 fue fundado el IRA Provisional PIRA, conocido por sus campañas entre las décadas 70, 80 y 90. También existen otras denominaciones del partido como el OIRA (Oficial IRA), el RIRA (IRA Auténtico) y CIRA (comunidad del IRA).

Como si fuera poco en semejante conflicto entre irlandeses e ingleses, ingleses e ingleses e irlandeses e irlandeses, esta es otra de esas guerras que traen consigo un sello religioso que se demarca con sangre gota a gota.

El conflicto se ha desarrollado entre unionistas (protestantes) y republicanos (nacionalistas católicos). No es raro ver a Demian sentado al lado de una cruz o implorando a Dios sus oraciones.

A pesar de los enfrentamientos sostenidos desde 1919, el IRA es recordado con mayor ahínco en las campañas sostenidas entre 1969 y 1997 por el IRA Provisional, que tuvo como objetivo acabar con la presencia británica en Irlanda del Norte y la creación de una nueva República de Irlanda. El fin del conflicto pareció llegar a su final en 1998; sin embargo, hasta hace menos de un año aún se registraban muertos por los enfrentamientos entre unionistas y nacionalistas.

A pesar de que en 2006 solo se registró a nivel internacional una víctima de los enfrentamientos, desde el año 2000, unas 64 personas han fallecido vinculadas al conflicto y, desde 1969, más de 5.000.

Con ‘El viento que acaricia el prado’ traje a mi mente los recuerdos de un país en el cual, en lo que fue mi imaginación infantil, solo podían vivir duendes y hadas que hacían travesuras al ritmo de la cerveza.

Ficha Técnica

Nombre:
El viento que acaricia el prado, El viento que agita la cebada (The Wind That Shakes The Barley).
Inglaterra-Irlanda-Alemania-Italia-España, 2006, 126 minutos
Dirección: Ken Loach.
Guión: Paul Laverty.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Música: George Fenton.
Montaje: Jonathan Morris.
Actores: Cillian Murphy, Pádraic Delaney, Liam Cunningham, Orla Fitzgerald, Mary Riordan.

viernes, 31 de agosto de 2007

Metáforas del azar


Uno de los momentos más importante en la historia de cualquier hombre es cuando confía su suerte al destino mediante una técnica milenaria: la cara y el sello de la moneda.

Recientemente tuve un paseo por el azar en el país de las metáforas y tuve que tomar una decisión haciendo uso de este mecanismo. Me calló el lado de la cara. Después de este acto heroico mediado por el destino, tuve la inquietud de escribir sobre la práctica, sus variantes y, en el caso de ser posible, hasta por los orígenes ¿Qué fue primero la gallina o el huevo? ¿El azar o la moneda? ¿La moneda o la cara y el sello?

Cuando lanzo una moneda lo hago una o dos veces para reconfirmar que el azar tiene la razón, máximo tres; pero, buscando y rebuscando encontré una práctica que puede dejarlo a uno con la boca o la mano abierta para siempre.

¿Se imagina usted lanzando 100 monedas hacia arriba, con el único objetivo de que las 100 caigan por el lado de la cara?

Cuando nació el Universo, según creencias hindúes, el señor Shiva lanzó 100 monedas al aire con el único objetivo de que todas salieran en cara. El intento no resultó y, cuenta la leyenda que desde ese día continuó la lúdica obstinada por lanzar 100 monedas al aire y obtener 100 caras por segundo ¿Será que la cara es el lado positivo de la dualidad hinduista? ¿Estará todavía Shiva lanzando monedas? Viendo y releyendo el mundo sacó mi propia conclusión: la cara es el lado positivo de la dualidad hindú y desde que Shiva empezó a lanzar las monedas, hasta hoy, siempre le han salido en sello.

El I Ching o I King, libro oracular chino cuyos primeros textos se suponen escritos en el 2400 a.C., tiene entre sus técnicas para detectar los cambios un procedimiento corto en el que se emplean tres monedas. Las monedas se lanzan seis veces al aire y por cada lanzamiento se obtiene una línea que luego determina un resultado.

La cara de la moneda es considerada como el ying de las cosas y se le asigna el valor dos y el sello se considera como el yang y se le asigna un valor de tres. Si las tres monedas aparecen en yang (sello) el valor es seis. Si dos aparecen en ying y una en yang el valor es siete y si dos aparecen en yang y una en ying en valor es ocho. La cima es llegar al nueve.

¿Entendido? Ahora veo que tirar la moneda al azar no fue en el pasado un asunto tan sencillo como lo es en nuestros días.

Ahora los celulares son publicitados con la tradición de la cara y el sello, las decisiones políticas se toman de la misma forma, las laborales, las más personales y, es muy probable, ver a una pareja sentada decidiendo su futuro en la cama y comparando el deseo con el descenso de la moneda.

jueves, 23 de agosto de 2007

El Stencil




Encontrarse a un hombre con el cráneo apoyado en el suelo, a una mujer parada contra la pared protestando por su libertad o una mofa astuta desafiando el asfalto es tradicional en las calles de Bogotá y en el paisaje urbano de varias ciudades latinoamericanas. Una guerra silenciosa ha sido declarada contra el pavimento.


Visite la página: http://www.locultural.com/ y conozca más sobre la batalla del stencil.

viernes, 17 de agosto de 2007

A mí me gusta saboreá la hierba la hierba buena…




Si me pidieran definir la paz del mundo en un género musical, la paz se llamaría flamenco.

Antes de conocer su significado, procedencia histórica, tendencia u origen, mis oídos se preguntaban por la armonía y el ritmo que se desprendía de una caja acompañada de una guitarra y unas castañuelas que, con una voz ronca y atrayente, envolvían mi cuerpo en el sabor de una de las mejores hierbas.

Flamenco, así se llama la hierba de la que me enamoré. Este género musical nació y se desarrolló en Andalucía entre los siglos XVIII y XX ¿Cuánto se demoró para llegar a mis oídos?

La música, y por eso digo que puede resumirse en paz, se conformó como una unión de mezclas de otros estilos musicales de influencia judía, morisca, gitana, castellana, africana y americana.

Esta es la música gitana, la que le dio un orgullo tardío a España, la misma de los expulsados y los perseguidos. Por eso, como lo expresa el guitarrista flamenco español Manolo Sanlúcar, la mejor forma de traducir el término flamenco es “Desposeídos de su tierra”. Esta es la música de los desposeídos, los desarraigados, los aniquilados, los libres.

Luego de emprender una búsqueda insaciable por el mundo de los desposeídos, tuve la oportunidad de conocer a un desarraigado que puso frente a mi cara y al lado de mis oídos la imagen de uno de los grandes.

De su nombre ya había escuchado pero fue él, el desarraigado (Fernando Rosas, un gran amigo) quien me elevó en la forma de un Camarón.

Camarón de la Isla, como fue conocido José Monge Cruz, nació en 1950 en San Fernando (Cádiz) y heredo su nombre artístico por el color rubio de su pelo. Era gitano, era cantaor y se hizo profesional a los 16 años con las compañías flamencas de Miguel de los Reyes y Dolores Vargas.

Su primer disco fue grabado al lado de otro de los grandes, Paco de Lucía. Murió el 2 de julio de 1992 víctima de un cáncer de pulmón.

Lo único que me entristece de la adicción a está hierba, a esta hierba buena, como lo expresa Camarón en Soy Gitano, es que en esta, mi ciudad (Medellín), las ofertas musicales de flamenco siguen siendo cortas.

Gracias a la ayuda de la Internet he podido saciar esas ansias de hierba, mientras tanto sigo esperando a tener entre mis brazos miles de discos de colección de todos los grandes cantaores.

En mis oídos, el recuerdo de cada uno de los ritmos que vaya encontrando, y, en mi garganta, este dulce sabor a hierba, hierba de la buena.

Recomendados

WEB

http://www.flamenco-world.com/
http://www.camarondelaisla.org/
http://www.manolosanlucar.com/

LIBROS

Grande, Félix. Memoria del flamenco. Madrid: Punto de lectura, edición de bolsillo. 2007. (Premio Nacional de Flamencología en 1995).

EN EL CINE

Camarón, la película, del director Jaime Cháverri. Cuenta con la presencia de Óscar Jaenada como Camarón y de Verónica Sánchez, como la Chispa, viuda del cantaor.

lunes, 13 de agosto de 2007

Lo que no entendemos del crimen











De este y varios crímenes ambientales. Un futuro incierto, rinocerontes de papel, elefantes de juguete y recuerdos naturales en el jardín del Edén.

Con rabia y dolor en el corazón lo único que me queda por decir es que en la sala de Pablo Ardila, gobernador de Cundinamarca, lo único que hace falta es su cabeza adornada con una flor y acompañada de uno de sus órganos creadores. Podría dársele un detalle final y poner una manzana dentro de su boca.
En la edición que salió a circulación el viernes 10 de agosto de la revista Don Juan aparece publicado un artículo con la más cruel de las infamias que se titula ‘Pobre niño rico’, digno de un gobernador, dueño de El Espacio, millonario y solitario.
El hombrecito vive en una casa de 2.600 metros cuadrados construida por Rogelio Salmona y, entre muchas otras de sus excentricidades, considera la cacería uno de sus pasatiempos favorito. En su mansión tiene colgadas cabezas de jirafas, elefantes, hipopótamos y rinocerontes. Resume todos estos ‘adornitos’ en sus trofeos de caza.
Cuando al hombre le preguntan si su pasatiempo favorito es un crimen ecológico, el tipo responde, sin más ni más, que no. En conclusión, Pablo Ardila puede entrar al cielo, con camello y todo debajo el brazo, por el ojo de una aguja.
Por si el hombre no sabía, los Principios de Protección Internacional del Derecho Ambiental existen. Es más, los derechos ambientales hacen parte de los Derechos Humanos de cualquier persona que habite el planeta. Dentro de estos principios, se incluye la protección de fauna y flora.
Si no es un delito matar a un rinoceronte en vía de extinción, tampoco lo es empuñar un arma y disparar contra un gobernador en pleno alegato.
Pablo Ardila debería de ser miembro del mismo grupo de primates africanos que, recientemente, anunció que quería deshacerse de 1.500 elefantes, los cuales, según ellos, estaban destruyendo árboles ¿Qué había detrás de todo? Si eliminaban a los elefantes, sus colmillos podían añadirse a las importantes reservas de marfil de Sudáfrica.
La decepción ambiental, sea cual sea el lado por el cual se mire, sigue siendo enorme. Los debates de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites), que prohíben el comercio internacional de especies en vías de extinción, significan para el mundo un agarrón de 151 Estados en beneficio de sus intereses.
La comercialización de colmillos de marfil es apenas una muestra de estas discusiones y de los cambios que estamos ocasionando en nuestro entorno. El rinoceronte blanco es asesinado para extraer su carne, la tortuga de carey es de explotación masiva, los leones por algún motivo están dejando de cazar y en el mundo entero 11.167 especies animales están en vía de extinción.
Entre gustos y disgustos si se siguen cultivando flores de la talla de Pablo Ardila, lo único que van a terminar cazando los salvajes es un resfriado en la mitad de un territorio deserto.
La Cites
Aprobada en 1975 para responder a la creciente inquietud de la comunidad internacional frente a los riesgos de extinción de ciertas especies objeto de intercambios comerciales, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), establece grados de restricción de dicho comercio en función de los peligros que corre cada especie.

lunes, 6 de agosto de 2007

Unas cuantas puntadas y le regalo la mujer perfecta


Dama: Mujer noble o distinguida. En palacio y en las casas grandes, acompañante o servidora de la señora principal o de sus allegadas.

Diccionario Real Academia de la Lengua Española



Por: Perla Cecilia Toro Castaño

La primera puntada de esta historia comienza en la palabra “dama”. Desde hace 21 años ha sido uno de los términos que mayor raiting ha logrado entre los miembros de mi familia. “Una dama no debe de estar en la calle luego de las 10:00 de la noche”, “una dama no entra a su novio a la habitación”, “una dama se dedica a las labores del hogar”.

En fin, nunca he sido una dama. A esa palabra mi padre siempre le ha relacionado funciones productivas y reproductivas que, según él, reciben la denominación de talentos. Entre estos honorables dones están la pulcritud, la rectitud (añado la esclavitud), el talento en la cocina y la habilidad manual para coser y pedalear los trajes del hogar.

Con el don de coser cual Penélope en su Itaca es donde se clava la segunda puntada. Luego de mirar el zigzag en una de mis camisas me acordé de lo que algún día fue un invento novedoso: la máquina de coser diseñada para unir piezas de tela o piel mediante puntadas cerradas o en cadena.

Luego de hacer un recorrido sonoro por mi mente sentí odiar al señor Thomas Saint, inventor británico que patentó la primera máquina de coser en 1790. ¿Por qué el peso histórico de la aguja se ha clavado con mayor fuerza en la piel las mujeres?

En Medellín, la ciudad de donde vengo, es una regla cultural saber coser. El sector confección emplea a más de 100.000 mujeres cabezas de familia. Yo nunca aprendí a coser, ni siquiera a pegar un botón y si se me rompe la camisa prefiero ahondar con la tijera y crear un nuevo estilo.

Mi ira cayó por completo en la máquina de coser. En ese aparato que ha encerrado a las mujeres en su hogar clavé, como una aguja que se inserta lentamente en una uña, todo el odio que puedo llegar a sentir por los hombres machistas y sus geniales inventos.

Luego de ahondar en la máquina de mis iras, sólo pude recoger un propósito para el invento que le ha ahorrado a las mujeres el paso entre el chuzón de la aguja que deja dormida a la Bella Durmiente y las canillas que aceleran el paso de la puntada. “Las máquinas de coser sencillas se emplean para confeccionar o arreglar la ropa en casa. Los modelos más avanzados se utilizan para la confección industrial”.

Tercera puntada. En mi casa hay una máquina de coser y dudo mucho que sea industrial.

Puntada tras puntada varios inventos, que reconozco como necesarios en el mundo moderno, han contribuido al perfil machista de hombres y mujeres. Al mencionar la palabra mujeres clavo mi cuarta puntada. No puede coserse en mi cabeza la idea de que mis compañeras féminas sigan contribuyendo en esta oleada de indiferencia social.

La evaluación por la equidad debe hacerse desde el lenguaje (sin la necesidad de que seamos todas y todas. Anoto esta quinta puntada como agravio imperdonable al lenguaje), la historia, las patologías sociales y por qué no desde inventos como la máquina de coser y el delantal de cocina.

Por último, si la condición para estar vestida es tener a un montón de mujeres encerradas en sus casas o trabajando diez horas al día por un salario mínimo, prefiero hacerle culto al cuerpo y vivir como nacen las almas libres, mirando a la nada en medio de la desnudez.

martes, 31 de julio de 2007

¿Quién dijo que la muerte era la única salida del cine?




Por: Perla Cecilia Toro Castaño




“Esa es la única forma de que el cine tenga un cambio generacional”, esa fue la respuesta que me dio mi compañero de trabajo el 30 de julio de 2007 mientras miraba las noticias en la web y me entristecía con la muerte de Ingmar Bergman, cineasta, guionista, director de escena, dramaturgo y escritor sueco que rodó casi 50 películas.

No es un cambio generacional. Es que la muerte llega y da tristeza saber que en el cine, como en Colombia, se necesitan de intercambios humanitarios para ver nuevas ideas volando por las pantallas ¿Será esto necesario?

Y la suerte oscura del cine no cambia. No habían pasado más de 24 horas cuando la misma pantalla plana, fría y seca del computador arrojaba otro dato. Ahora los brazos de la muerte rosaban al director italiano Michelangelo Antonioni.

Bergman murió a los 89 años, Antonioni alargó más sus plazos y dejó su enajenación del mundo moderno en manos del destino a los 94 años.

Bergman fue considerado un director ateo y polémico por mostrar las facetas oscuras del ser humano en cintas como 'Three Strange Loves' (1949), 'Summerplay' (1951), 'Una lección de amor' (1954), 'El séptimo sello' (1957), 'Fresas salvajes' (1957), 'El veneciano' (1958), 'El ojo del diablo' (1960), 'El silencio' (1963), 'All These Women' (1964), 'Persona' (1966) y 'La pasión de Anne' (1969).

Esta faceta oscura del perfil humano se debe a las influencias del dramaturgo August Strindberg quien fuera el inspirador de Bergman en sus primeros pasos por el teatro.

Dirigió a grandes actrices como Bibi y Harriet Andersson, Käbi Lareti y Liv Ullmann (con las dos últimas se casó). En total tuvo cinco matrimonios y nueve hijos, una hipótesis interesante para explicar el motivo de su muerte.

En los últimos 30 años, realizó filmes de gran éxito como 'Gritos y susurros' (1972), 'Escenas de la vida conyugal' (1973) y 'Fanny y Alexánder' (1982), que ganó cuatro premios Oscar y le mereció su tercera nominación como director y la quinta como guionista. Murió el 30 de julio de 2007.

En las horas de la tarde del mismo lunes 30 de julio murió Michelangelo Antonioni. La noticia de su muerte no se registró en la prensa colombiana hasta el 31 de julio. Antonioni filmó 25 películas y entre las más destacadas se encuentran ‘Blow – Up’, ‘La aventura’ y ‘El desierto rojo’. En 1995 fue premiado con un Oscar por su carrera artística.

Junto con Federico Fellini, Antonioni contribuyó a alejar el movimiento neo – realista del cine italiano. Dirigió un formato de creación personal mediante diálogos escasos, tomas prolongadas y movimientos de cámara lentos.

Ambos legados, tanto el de Bergman como el de Antonioni, se conservan en el mundo del cine. Esto es lo que nos queda y a mi parecer la muerte no es necesaria para un cambio generacional en el cine. Defiendo mis ideas románticas, el legado queda y lo que ha quedado en la memoria ya no puede borrarse.

Por último, frente a esa misma teoría del cambio generacional me pregunto si era justa la muerte de Ulrich Mühe, actor alemán que se dio a conocer a nivel internacional en la película ‘La vida de los otros’ que obtuvo el premio Oscar de la Academia a mejor película extranjera en 2007. Se hace evidente que el asunto no es cuestión de edad, no es cuestión de suerte y no existe la necesidad de un cambio generacional.

Los ciclos se cierran y seguimos esperando nuevos profetas del cine. Mientras tanto nos seguiremos acomodando a esta venganza que cierne la muerte sobre la pantalla grande.

lunes, 30 de julio de 2007

Ladrón que roba a ladrón


Por: Perla Cecilia Toro Castaño


Que Dios siempre nos va a ayudar, que cada bebe viene con el pan debajo del brazo, que la pasta y el aceite de oliva siempre van a estar ahí. La guerra ha pasado, Roma se encuentra en plena reconstrucción y los desconocidos de siempre siguen siendo pobres, con lo único que cuentan es con un plato de pastas y de arbejas.

Podría decirse que el termino “desconocido” dentro del film de Mario Monicelli, Los desconocidos de siempre (I soliti Ignoti, 1958), constituye la presencia de un tratado filosófico, ético y moral en el que se refleja cuál es la mejor forma de vida y el cómo vivirla. En el que se demuestra que a este mundo, carente de felicidad, sólo le falta reír un poco y que la falta de humor está creando esos desconocidos de siempre, los de este lado de la pantalla, monstruos.

Los otros desconocidos, los de Monicelli, los del otro lado de la pantalla, establecen su moral alrededor de las personas y de las situaciones de la vida cotidiana, del fracaso y de la felicidad. De las mismas situaciones que le dan toda su gracia al neorrealismo italiano, quienes empobrecidos, con solo pasta y aceite de oliva en sus mesas, deciden hacer sus películas en la calle, salir de los estudios de las grandes producciones, poner la cámara en el camino y filmar esas historias simples y humanas en compañía de buenos actores y extras sacados de la realidad.

Esas simples historias. Historias simples de desconocidos de poca monta que planean sus robos de cajas fuertes y que estos, por algún motivo, no se culminan y que lo único que queda del gran golpe es un plato de pasta y de arbeja, una buena cena.

Más allá de un grupo de ladrones, desconocidos de siempre, que se embarcan en un robo de golpe, que se entregan a cárceles por dinero, que creen que se salvaran de sus miserias, Vittorio Gassman, Renato Salvatori, Marcelo Mastroianni y Armando Destéfano, lo que hacen es presentar una calidez y una inolvidable ternura a través de sus torpes personajes.

Por el tema de la película, Los desconocidos de siempre podría ser una producción amarga, negra y pesimista. Sin embargo, termina siendo amable, divertida y emocionante sin olvidarse de la pizca de ironía que formula toda su grandeza. Tanto Monicelli como los interpretes establecen en el film una especie de mandamiento que se convierte en ley, el espectador tiene que terminar queriendo los personajes, da lo mismo que estos sean protagonistas, secundarios o antagonistas, pero hay que quererlos, no por sus cualidades y destrezas, sino por sus defectos y torpezas. Errar es cualidad de humanos y la risa una necesidad.

Las metidas de patas de los personajes toman una carga de verdad imprescindible dentro de un cine que quería darle la espalda a la pobreza. La misma situación de los personajes lo confirma, son pobres, quieren salir de la pobreza; pero son felices. Los desconocidos de siempre no es la misma película norteamericana en la que cuando el malo se enamora y quiere dejar de ser malo, muere. Nadie muere, los desconocidos nunca mueren, no matan a nadie, es tonto morir por dinero y frente a esta situación prefieren un plato de pasta en vez de un botín.


Ficha técnica


Nombre: Los desconocidos de siempre (1958)

Título original: I soliti Ignoti

Director: Mario Monicelli

Duración: 105 m.

Género: Comedia

Pasado en ropa vieja


Por: Perla Cecilia Toro Castaño


Atuendos, roperos: recuerdos ¿Recuerdos? Recuerdo que a la edad de cinco años vivía en el municipio de Rionegro, oriente antioqueño, un prometedor pueblo de ancestros montañeros. Y que lo que más me gustaba de vivir allí, era que todos los sábados, de todos los meses del año, tenían un dulce sabor a uvas chilenas.

Las uvas eran una de las cosas que más me gustaban y disfrutaba todos los sábados a las 3:30 de la tarde, justo la hora en que llegaban Carlos, uno de mis medios hermanos y mi padre. Por lo general el reloj corría lento en aquellos días, por lo cual las uñas lucían descascaradas y una ventana reflejaba siempre la imagen de una niña rubia con cachetes sonrojados.

Un sábado de abril papá llegó solo. Una cabeza merodeaba, una manito abría la puerta y unos ojos miraban extrañados, como si algo les hiciera falta. Al fin me decidí a preguntar qué pasaba con Carlos, dónde estaba ¿Y las uvas?

Papá justificó su ausencia con una respuesta que no entendí, “lleva tres días bebiendo y ni debe de saber que hoy es sábado. Él se va a quedar en Medellín”. Pero ¿Bebiendo qué?

El día tuvo que continuar en total normalidad, la ventana se vio despejada y entre muñecas, risas y juegos se me olvidó el cuento de las uvas.

A las tres de la mañana del domingo, el teléfono sonó. Como no era habitual recibir ese tipo de llamadas, todos los habitantes de la casa se vieron obligados a levantarse, incluyéndome a mí. Era una casa antigua con amplios corredores, tres habitaciones, un patio justo en el centro y un salón comedor en el que acostumbraba a jugar con Carlos a que él era el hombre increíble y yo la víctima final.

Nadie decía nada, apenas observábamos a papá tener el teléfono entre sus manos, muy pegado de su oído. Colgó. Caminó. Alisó su cabello y se vistió. Un beso de despedida y nadie dijo nada. Papá se había ido y sólo yo parecía preguntarme para dónde.

Como no entendía nada, las seis siguientes horas que corrieron, hasta que el reloj marcó las 9:00 de la mañana, fueron de inquietudes. Cuando me paré de la cama le pregunte a mamá por papá, lo único que me respondió era que no estaba que había ido a ver a Carlos porque no lo íbamos a ver más, que se iba ir a vivir al cielo.

¡Al cielo! Lo único que pensé era que eso debía quedar muy lejos y que nunca más lo volvería a ver. Al principio sentí ira porque me había abandonado, también sentí lo mismo con papá por no haberme querido llevar a despedirme de él. Después pensé en las uvas y sentí nostalgia porque me imaginaba que en el cielo de esas cosas no había casi. Dios vivía en el cielo y que me hubieran dicho nunca comía uvas, es más se le habían convertido en el vino que se tomaba el padre en la misa.

Después me acostumbré a no ver a Carlos. Unos años más tarde me hice a la idea de que el cielo era la muerte.

Doce años después, cuando la monita no era tan monita y tenía diecisiete años, ya Carlos le sonaba más a nombre de amigo que de hermano.

Una mañana, después de mucho buscar que debía vestir durante ese día, encontré en el closet de mi casa, ésta vez en itagüí, una bolsa negra. Contenía una camisa blanca rasgada, una chaqueta a cuero que pesaba más que mis dos brazos y piernas juntas, y una billetera con papeles.

Tras indagar de dónde había salido el fulano paquete, me encontré con una mirada triste, una lágrima que caía y una voz que se quebraba; eran los ojos y la boca de mi padre, una de las pocas veces que lo veía llorar. De manera indirecta estaba haciendo la pregunta que jamás me había atrevido a hacer por temor a herir a alguien.

La ropa fue la disculpa perfecta. Eran las prendas de vestir con que habían encontrado el cuerpo muerto de Carlos.

En 1991, fue encontrado un cadáver debajo de un Jeep. En frente del Éxito de Colombia se había registrado un accidente por exceso de velocidad a causa del alto nivel de alcohol con que manejaba el conductor. Cuatro de las personas que iban en el vehículo sobrevivieron, el piloto no logró salir del auto y murió asfixiado por la presión del mismo.

¡El conductor era mi hermano!

De la Calle 39 a la 54


Por: Perla Cecilia Toro Castaño

“En mi mundo, que no es el único pero es el mío, una de las reglas básicas de la amistad es compartir. Un amigo es aquel que te descubre libros, películas, músicas, otros amigos... Y la finalidad de Calle 54 no es otra que compartir un festín musical con todo aquel que esté dispuesto a ello. He evitado el didactismo; creo que la música se basta por sí sola: Y en la elección del menú he sido rigurosamente subjetivo. Habrá quienes se preguntan por qué está éste en lugar de aquél, sobre la base de criterios comerciales, críticos, musicales, históricos, etc. Yo me he limitado a seguir una de las pocas reglas que poseo: la de filmar aquello que amo”.
Fernando Trueba


Quince cuadras más abajo dentro de la carrera de la imaginación se encuentra la Calle 54, un lugar donde fue rodado un documental que hablaba de la historia del Latín Jazz, los protagonistas eran los músicos y los sones siempre actuaban como parte del relato.

Quince cuadras más arriba está mi casa, el lugar donde me dispongo a enfrentarme a la imagen que tenía sobre el documental periodístico, dar vuelta de hoja y encontrarme con que, según el cine, no sé nada sobre el documental, como diría Patricio Guzmán, “la realidad nos humilla”.

Cuando le preguntaron a Fernando Trueba, director de origen español nacido en Madrid, ¿Por qué había hecho Calle 54? El respondió que era una “manera de saldar una deuda de gratitud con el jazz latino, una música que me ha hecho disfrutar y me ha ayudado a vivir como ninguna otra”, a la vez respondió que para él “la película es un musical. Un musical sobre música, sobre cómo se crea, sobre cómo surge. Su argumento, su guión, son las piezas musicales elegidas. Sus protagonistas, los músicos”.

Un musical sobre música. Después de todo, atinando a la confianza de la primera impresión, no me encontraba tan perdida. Lo primero que pensé al terminar de ver Calle 54 era que ésta, sin las voces en off, contribuía a la creación de un DVD fantástico sobre el latín jazz y que dentro de su menú traía unos apartes donde se dejaban hablar a los protagonistas del ritmo.

A decir verdad, el grandioso no es Trueba, los grandiosos son los personajes, son los músicos, es la música, es el ritmo, “el más excitante de los ritmos”. Para Fernando Trueba más que un film, Calle 54 debió haber significado la realización de un proyecto personal, el clímax de una pasión.

Una pasión que se refleja en cada uno de los planos, anotando que el ritmo que lleva la obra con la música es magistral. Plano detalle, plano medio, plano de busto, plano general, un jueguito que al combinarse con la imagen le da la sensación al espectador de estar metido dentro del espectáculo.

No obstante, me preguntó ¿Hubiese funcionado el juego de los planos detalles con otro tipo de música? Música New age, por ejemplo, no. Simplemente es el latín jazz.

En un principio del largometraje la historia del jazz latino, como aquella música que proviene de la realidad, no es esencial, todo es música. No obstante, al finalizar la película, se cierra con broche de oro y son los mismos protagonistas: Paquito D’Rivera, Chano Domínguez, Jerry González, Michael Camilo, Gato Barbieri, Chucho y Bebo Valdés, entre otros, los que se encargan de explicarle a los apasionados espectadores los orígenes de su música, de dónde viene el ritmo y cuál de todos ellos es el verdadero rumbero o rumbeaor, si se le combina el toque de flamenco.

A pesar de la expresividad y de la pasión desbordada que generan los planos detalles, hay momentos en los cuales, aunque sigue siendo un producto realmente estético (buen ritmo, unidad y continuidad), se abusa de ellos. La tumbadora, el saxo, la trompeta y el teclado, sólo ellos.

Dentro del marco fotográfico del film, se deja en evidencia la diferencia entre los interiores y los exteriores. En Nueva York, España y Cuba son lugares donde se hace visible una luz natural, una cámara sin trípode montada en un caballo, un escenario de invierno, otro cálido y otro mediterráneo. Sin embargo, al encadenar un exterior con un interior el cambio es notable, el escenario es rojo y se refleja una luz artificial, tal vez la propia de un escenario latino nocturno.

Merito o pecado, la fotografía recrea esos escenarios donde se toca el latín jazz, esas luces que se reflejan en cada una de las cámaras y esos destellos luminosos que salen de aquellos trajes negros que usan los maestros.

Una de las preguntas que Fernando Trueba tiene que contestar con mayor insistencia es el motivo de la semejanza que relaciona su película con Buena Vista Social Club de Win Wenders. Al respecto Trueba siempre responde que “Buena Vista es más una película sobre los músicos que sobre la música y Calle 54 es una película sobre música”. Además, agrega que “Calle 54 no partió de un éxito de ventas discográfico, sino de la calidad y del amor a esta música”.

Esta misma pasión y este mismo amor son los responsables de las confusiones más grandes de la vida. Por lo tanto, ¿Cómo contemplar la idea de un casting dentro un largometraje que no está basado ni en una apuesta ideológica, ni estética, ni histórica? ¿Cómo escoger a los líderes del jazz latino? ¿Quién se es para dictaminar la existencia de los dioses?

Desde el desconocimiento sería sencillo decir que estaban los personajes que deberían de estar y que son los más representativos del jazz latino. Sin embargo, según lo comentó Trueba en algún momento, la tarea más difícil a la que tuvo que enfrentarse a la hora de rodar Calle 54, fue la selección del elenco. Por una parte tenían que ser personajes representativos y por otra desearía incluir a los que más amaba. Durante doce días se dieron cita en los estudios de Sony de la calle 54, en Nueva York, las diversas generaciones de músicos que han dejado una huella indeleble en el jazz latino, desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presente. Unos días más tarde falleció Tito Puente y Bebo Valdés sufrió una trombosis.

Hablar de la caracterización de los personajes dentro de un documental es una tarea absurda. Se supone que con técnica o sin técnica, primando la imagen que la información o la información que la imagen, el término documental es aplicado a un género de producciones audiovisuales que corresponden a una realidad objetiva.

No obstante, esa definición generalizada que ha tratado de reflejar el documental, adquiere un carácter engañoso, pues como lo indica Bill Nichols, esta forma de cinematografía “hace claras reivindicaciones acerca de su relación con el mundo histórico pero no puede separarse limpiamente de las estrategias de la narrativa o la fascinación de la ficción”. Es así como en una obra como Calle 54, empiezan a aparecer un sin número de realidades subjetivas, una voz en off que sirve para encauzar un discurso caribeño promulgado en un español arraigado y fuerte, un discurso aproximado a los espectadores y una función de edición y de efectos que llevan de una historia a otra.

Así pues, cada personaje tiene una forma diferente de caracterizarse, Tito Puente lo hace con su lengua inquieta mientras toca al ritmo de los dioses el timbal, Jerry González con su caminar taciturno por la playa, Eliane Elías con sus píes descalzos que tambalean al ritmo de su piano, Chano Domínguez con su alo español y talento caribeño, Bebo Valdés con su estatura arrebatada, etc.

Unos cuantos segundos después de que terminan de tocar, una cámara que está trabajando a favor del personaje, deja que cada uno de ellos se despida a su manera, con una sonrisa, con los ojos cerrados o con la mirada en dirección al suelo.

La forma como se encadena cada una de las historias es fácil de percibir, por lo que siempre vas a saber cuál de ellos es cuál, cuál es su parentesco y cuál es su relación con el entorno musical.
Los picados y los contrapicados son movimientos de cámaras frecuentes dentro del largometraje y, como lo índica su propia naturaleza, cumplen con la función de engrandecer o minimizar alguna parte del escenario o de la historia.

Hay un pequeño detalle que pierde su continuidad al finalizar la película. Si se le mira la mano a cada uno de los músicos, la inmensa mayoría de ellos va a tener una argolla de oro en uno de sus diez dedos ¿Hermandad o matrimonio? Sin embargo, dos o tres personajes dan para pensar que tan sólo es un accesorio común al jazz latino.

Solamente cuando se incluye el contrabajo dentro de la orquesta, el escenario pasa de ser rojo a tornarse en un color azul, tal vez para celebrar y para recordar que la primera generación del jazz latino no tiene mucho tiempo que perder.

Calle 54 es una muestra de cómo pueden contarse historias, historias mínimas y máximas al ritmo de la música, de las miradas, de los gestos y de la rumba.