jueves, 1 de noviembre de 2007

Para aprender a ser Nazi







Napola era la denominación utilizada durante la segunda guerra mundial para referirse a las escuelas creadas por Hitler para educar a los dirigentes de un imperio que no tenía futuro. Ir a Napola significaba aprender a ser criminal por encima de cualquier sentimiento, someterse a humillaciones, morir en vida, ir a Napola significaba aprender a ser Nazi.

Los alemanes tienen tanta tristeza acumulada en el pecho que cada que te sientas frente a la pantalla de cine a ver un film rodado por, en o con la historia de Alemania, terminas hundido en una depresión absoluta, una sensación de nostalgia, un vacío indescifrable.

Corría el año de 1942 en Berlín cuando Friedrich, un joven de 16 años, acababa de terminar su bachillerato elemental y soñaba con ser una gloria del boxeo. La oportunidad de su vida se presenta cuando un entrenador Nazi lo ve pelear y le ofrece estudiar con la élite de Napola. Allí Friedrich conoce a Albrecht, el hijo de un gobernador Nazi que quiere ser escritor. Ambos jóvenes se ven involucrados en una serie de tragedias, amistades, amores, deseos y mentiras que adornan el águila imperial de la supremacía nazista.

En este escenario transcurre Napola, tercer largometraje del director Dennis Gansel, cinta que expone de manera magistral las historias de quienes terminaron peleando en la segunda guerra mundial. Historias de niños que comienzan su crecimiento subyugados a una amante oscura: la guerra.

El director Dennis Gansel, nacido en Hannover en 1973, puede hablar de las ‘National Politische Erziehungs Anstalt’ o Institutos Políticos Nacionales de Educación’ con toda la propiedad del caso puesto que su abuelo fue instructor de la Napola de Hannover en 1940.

Con Napola además de arrugarme el corazón recordé dos puntos importantes para tener en cuenta dentro de la historia cinematográfica. El primero de ellos tiene que ver directamente con la supremacía Nazi y el valor de la belleza corporal. En una de las escenas de Napola, donde evalúan físicamente a Friedrich, le miden el color de sus ojos, el ancho de su espalda y cada una de sus bellezas e imperfecciones, recreé en mi mente las imágenes de la ya clásica cinta de Leni Reifenstahl, Olympia.

Olympia es el reflejo de la existencia de un arte puro frente a una postura política. Esta obra consolidó a Reifenstahl como una de las mujeres más importante en el mundo del cine, a pesar de casarla en un matrimonio histórico con el movimiento liderado por Hitler. Tanto en Olympia como en algunas escenas de Napola, la supremacía corporal, los ojos azules, la belleza, el cabello rubio, los músculos, entre otros aspectos, se roban la cámara en un lord a la magistral creación humana.

El segundo aspecto, no tan relevante como el primero, tiene que ver con la historia del cine colombiano, de Medellín específicamente. Con Napola recordé varias de las películas que se han rodado con la temática del narcotráfico alrededor del mundo.

Muchos cinéfilos colombianos odian estas películas, ya sean de producción extranjera o nacional y justifican su odio en lo repetido que esta el tema. Aunque no las he visto todas he de suponer que no todos los film que se han rodado alrededor de la segunda guerra mundial han sido buenos. Recuerdo por ejemplo el caso de The Sound of Music, La novicia rebelde (1965), cinta que cuenta la historia de una aspirante a monja que se enamora de un capitán naval retirado y viudo. Esta historia está inspirada en la vida de los Trapp, una familia de cantores austríacos que escapó de Austria durante la dominación Nazi en 1938.

A pesar de que esta película obtuvo cinco premios Oscar en 1965 (película, director, montaje, sonido y adaptación musical) no entra en mis favoritas y sé, de antemano y con el total derecho a especular, que tampoco lo hace en la lista de otros cuantos.

¿Es pecado repetir temáticas en el cine? Con Napola, a pesar de ser una cinta extranjera, me planteo la reflexión alrededor de un cine que repite cosas. Lo importante no es repetir o no repetir si no abordar los contenidos de una manera creativa, no se innova en el tema, se innova en el enfoque y en las técnicas. La pregunta es ¿Qué es lo que le hace falta a nuestro cine para que pueda darse el lujo de repetir sin la necesidad de seguir cayendo, cliché tras cliché, en el mismo punto blanco de cocaína?

Por eso recomiendo Napola porque además de ser limpia en su técnica, de delinear personajes perfectos que se hacen amar en un segundo, de someter al espectadora a la sensación que producen los paisajes de invierno, también nos hace pensar. Hace que nuestra mente se pierda de la silla y que navegue por este indescifrable mundo del cine, un cumulo de sensaciones que, como Napola, alberga tristezas, alegrías y desencantos que no se pueden describir.

Título Original: Napola
Año: 2004.
País: Alemania.
Dirección: Dennis Gansel.
Actores: Max Riemelt, Claudia Michelsen, Martin Goeres, Thomas Drechsel, Leon A. Kersten, Jonas Jägermeyr, Sissy Höfferer, Gerald Alexander Held, Florian Stetter, Michael Schenk, Justus von Dohnanyi, Joachim Bissmeier, Devid Striesow, Tom Schilling, Julie Engelbre.
Duración: 1 hora y 50 minutos.