martes, 1 de abril de 2008

De mis amaneceres kafkianos y las siete vidas del diablo


Si hay algo peor que despertarse convertido en cucaracha, es despertarse con la cucaracha encima. Desde hace una semana estoy recibiendo señales. No entiendo por qué a mí pero parece que el dios ‘Cucaracho’ está empeñado en mostrarme mi camino como defensora de la estirpe de las cucarachas.

El domingo 23 de marzo, siendo las cuatro de la mañana, mientras dormía, sentí que algo me caía del techo palmoteando mi cara, directamente al cachete y con dirección a mi lunar. Me desperté acelerada para saber qué era lo que estaba pasando y quién se atrevía a interrumpir mis sueños con una caricia. Cuando prendí la lámpara encontré que al lado de mi almohada una cucaracha reposaba. De inmediato lancé un grito de auxilio.

Los ecos hicieron que mi mamá apareciera. Al verme alabando y saltando en nombre de la cucaracha tuvo una segunda aparición, esta vez parecía una heroína, insecticida en la mano y chancla en el cinto de su pijamita de dormir. A pesar del escándalo, los poderes de mi mamá no bastaron y la cucaracha se escapó. Nuevamente volvíamos a nuestras camas confiadas en que el insecticida hubiera hecho bien su trabajo.

Tan solo pasaron 10 minutos cuando empecé a sentir que ese mismo amante silencioso acariciaba la planta de mis pies. Con los ojos cerrados pensé que no podía ser la cucaracha, que era demasiado absurdo; pero, prendí la lámpara y nuevamente estaba ahí, Gregorio Samsa convertido en cucaracha se balanceaba lentamente sobre mi cama, envenenado, con sus últimos alientos, pero feliz de hacerme pasar la peor noche de la vida. Otra vez grité y la heroína apareció. Esta vez hizo uso de su último y desagradable recurso, Gregorio se quedó estampado en la chancha rosadita.

Antes de regresar a la cama la heroína me dijo: “Ese era el diablo y eso le pasa por no rezar en Semana Santa”.

Pues si señores, la primera muerte del diablo tuvo lugar en mi casa en la madrugada de un domingo 23 de marzo, que además era domingo de resurrección. ¿Los motivos de la muerte? Una hija que no reza.

Tranquila por la muerte del diablo y la desaparición de la cucaracha, seguí viviendo. En medio de la Semana de Pascua y del trabajo se me olvidó el incidente y no volví a pensar, ni en cucarachas, ni en el diablo, ni en mi mamá, ella salió de viaje.

Hoy, primero de abril, siendo la una de la mañana me desperté asustada pensando en Gregorio, prendí la lámpara y ahí estaba nuevamente, no sé si era el diablo que regresaba o si era otra vez Gregorio convertido en cucaracha, pero nuevamente me miraba.

Ahora no sé qué pensar, sigo teniendo días difíciles, el diablo me persigue, las cucarachas me exigen salvarlas y Gregorio Samsa insiste en conquistarme. Parece que soy demasiado irresistible a la hora de acariciar esas antenas.

Lo único que sé es que esta vez fue gracias a mi padre, pero el diablo murió por segunda vez. ¿Cuántas vidas más le quedan a Satán?

9 comentarios:

shanad dijo...

Perla, que aterrador!!! Me muero donde me pase eso, es más, no sési volvería a dormir en la misma cama por una semana al menos...Creo que buscaría refugio en otro lado, jejeje...Bueno, te felicito porque lograste hacerme sonreir al leer esta entrada. Divertida, amena. Sigue alimentando nuestras ganas de leer historias cotidianas.

Anónimo dijo...

Ah, mija. Lo que a usted le falta no es un rosario ni una semana santa piadosa, lo que le falta es una fumigada a la casa. Me gustán más las entradas así, desprevenidas, propias, personales.
Un abrazo.

Rastros caníbales dijo...

Hola Perla, espero que la esté pasando bien, hace rato nadie da razón de usted, supongo que soy yo el desaparecido. Llego a su blog por medio del de Juliana que visité en estos días. Bacana la anécdota. Yo, al igual a vos sufro de insectofobia, no solo a las cucarachas, sino también a lo grillos, a las mariposas (que por cierto son muy feas cuando se las mira de cerca —hay cosas que se ven mejor de lejos, como dios), a las mariquitas, a las arañas, a las hormigas culonas, a las cigarras, a los cien pies, a los gusanos, a las pulgas, a las garrapatas y las hormigas caseras. Todo por culpa de una tía que, muy graciosa ella, me metió siendo yo muy niño una cucaracha enorme y grisácea por entre mi camiseta de chapulín. Me recuerdo luchar, sentir sus patas en mi espalda, en mi pecho, en mi barriga, en mis costados… lloré y desee su muerte —la de mi tía, claro está—. Desde entonces soy lo que se dice un cobarde, y mamá mi heroína armada con chancla. Así pues que he pasado vergüenzas terribles y traumáticas, como la vez que, estando con una novia, sin darme cuanta una cucaracha trepó hasta mi rodilla y se me quedó mirando; grite como una loca histérica. Cuando recuperé la calma, ante la mirada atónita de mi novia, le escuché decir: “!!!Valiente novio en el que me mando, hasta a las cucarachas le tenés miedo!!!”.
Pero basta de excesos.
Un saludo y un abrazo.
Ojalá nos veamos pronto.
chao

Rastros caníbales dijo...

Ah, por cierto, le escribe Pompilio
je je.

Rastros caníbales dijo...

Ah, por cierto, le escribe Pompilio
je je.

Unknown dijo...

Perla, basándome en el título, la pregunta del final se responde. Le quedan 5 vidas más al diablo. Te recomiendo un poco de valeriana... no para evitar a Samsa, sino para que no te des cuenta cuando llegue a contemplarte en las noches que faltan.

Anónimo dijo...

mamasita, mamasita, quien es usted tan bonita?

Anónimo dijo...

si sigue pensando en señales de otros mundos se va a enloquecer. se lo digo yo, que veía (o veo) UNA SEÑAL EN TODAS LAS COSAS. p.e. siempre que miraba un reloj, un reloj cualquiera, veía un pinche numerito, es decir, siempre el mismo. jueputa, ¿que es? ¿que será? pensaba. mas adelante, comencé a tener mirada de loco. luego salía por las noches a cazar espantos.
chao mi amor.

Juan Camilo dijo...

Perla me hiciste acordar de una anécdota que le pasó a un tio. Este man tenía una finquita avandonada en las afueras de Fredonia. Pero un día, le dio por ir por allá desafiar a los espantos. Pero no había ningun espanto. Mi tio era tan feo, así como yo, eso es genetico, que espantó los espantos. Tal vez por su fealdad es que le pasó lo que te voy a contar. Porque, y de eso estoy seguro, a los feos nos suceden cosas más ridiculas que a los bonitos. Por eso me gusta ser feo. En fin, mi tio llegó a la finca. Abrio la puerta, la aseó. Bueno, la casa quedó una maravilla. Luego cuando se iba a bañar, despues de quitarse la ropa, despues de haber colgado la ropa de un gancho y de dejar su fealdad como Dios la trajó al mundo, despues de haber habierto la canilla, se quedó esperando a que el agua bajara. Nada que el agua aparecia. El tio sentia algunos riodos dentro de la tuberia, como rasguños y secretos de boquineto. Mi tio pegó la oreja al oificio del tubo, mejor dicho, la ducha y TRANNN... Mierda.... TRANNN... El agua que tanto esperaba mi tio resulto ser un chorro de cucarachas. La tuberia era un nido de cucarachas. El resto de la historia es secreto familar, es cosa de feos.