lunes, 1 de febrero de 2010

En Colombia: no coma cuento, coma carne y fume más marihuana



"Como yerba fui, y no me fumaron".
Raúl Gómez Jattin



Solo fue la fluoxetina. Aclaro y me defiendo. No hubo ningún otro factor externo. Pero, hoy, sorpresivamente me levanté con el pie derecho. La encalambrada, combinada con el piso frío y el desorden de los cojines alrededor de mi morada, terminó en algo que durante el día ha parecido perfecto: una felicidad intensa. Hace mucho tiempo no sentía algo así. Como tres años, si el cálculo de mi ironía mal no lo recuerda.

De camino a la calle donde tomo el bus para llegar hasta mi trabajo, canté varias partes de letras que ni siquiera recordaba, todo parecía ponerse de acuerdo con el pasado. En la ruta, parada y entre varias señoras, cada una tenía un aroma diferente, pensé miles de cosas, tuve una especie de autismo casi tan inmenso como los trancones de la Avenida Oriental.

Eufórica arribé a mi oficina. Como suele ser costumbre, encendí el computador y mientras este se conectaba con el servidor, tuve un diálogo con Sarita, una de mis mejores amigas. Creo que varias veces la he mencionado en este blog y aunque solemos pensar de forma diferente, ella es una mujer inspiradora. La conversación se centró en la guerra colombiana y en la droga como patrocinio de esta situación.

No tiendo a creer que sean los mal llamados drogadictos (si les dijéramos adictos a soñar no sonaría tan feo) los únicos culpables de la guerra. Existe algo de responsabilidad, pero también está el Gobierno, la discriminación, las ausencias y tantos defectos más de este lastre humillante que nos tocó vivir y que parece que solo a unos pocos nos afectara.

Bueno, total que eso no importa, ya estoy convencida de que no puedo salvar el mundo y que poca trascendencia tiene si muevo un dedo o dejo de moverlo. Todo sigue igual. Como dice la coordinadora de mi equipo de trabajo: “nadie es indispensable”. Pero como los blogs se hacen para satisfacer el ego, auto publicarse y dejar sentada una posición, por eso estas líneas (tendría que ser Héctor Abad para poder publicar mi propia columna enmarihuanada en un medio grande de comunicación).

Ya me perdí. El caso fue que luego de pensar en la droga como patrocinio de guerra, tuve otro autismo y recordé que siempre he querido ser vegetariana. Justo cuando lo estoy logrando aparece algo: una anemia, un problema con las defensas, una carencia de vitaminas. Lo último fue un tumor que había que tratar con una droga tan fuerte que no había que ser muy erudito para saber que si no comía proteínas me llevaba el demonio.

Entre la carne enmarihuanada y confusa seguí filosofando, pajazos mentales, le dicen algunos. Recordé la Revolución de la cuchara una organización internacional que busca “sacar la carne de tu plato”. Pero, ¿qué tiene que ver esta organización con la marihuana y con el conflicto colombiano? ¿Quiere esto decir que todos los vegetarianos son marihuaneros? Pues no.

Volviendo a Sarita, mientras conversábamos le dije: “Patrocina la guerra colombiana tanto los que comen carne como los adictos a soñar”. Se enojó conmigo. Luego le expliqué lo que yo defendía como mi por qué: “Los adictos a soñar contribuyen económicamente al negocio de las Farc, mientras que los adictos a la carne le dejan todas las moneditas a los paramilitares”. Al final de cuenta, todos terminamos siendo lo mismo. Solamente, que por comer carne ni lo meten a uno a la cárcel, ni lo tratan como adicto.

Quizá esté generalizando, como tanto suelo hacerlo, pero luego de conocer algunos territorios ganaderos, donde las vidas humanas se deshuesan como las de una res, puedo afirmar que no estoy tan lejos de la realidad. Incluso, uno de los argumentos que expone la Revolución de la cuchara, para dejar de comer carne es: “Algunas personas que se oponen a los grupos armados de países latinoamericanos están patrocinando sin saberlo dichos grupos. Ya que ellos se financian de cosas abominables como el secuestro, la extorsión, el narcotráfico y la ga-na-de-ría”. Sobra decir que estas palabras pueden traerme problemas.

Antes de cerrar la conversación Sarita me dijo: “Entonces volvámonos todos vegetarianos” y yo le respondí: “O mejor, todos empecemos a fumar marihuana”. Eso sí, no voten más por Uribe.

Lectura recomendada para entender un poco el negocio de la carne: El rey de la carne de la grandiosa Leila Guerriero.

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