
Soy periodista y defiendo mi bandera por encima de cualquier acenso o escalafón editorial. Soy periodista porque lo elegí y seré periodista hasta el día de mi muerte. Este es mi manifiesto.
Hace poco tiempo escuché una versión bastante incomoda sobre el periodismo. Mi interlocutora, otra colega, exponía que ser reportero era la primera escala de una evolución dentro del periodismo. Esto a ciencia cierta y por tradición histórica tiene algo de cierto, en lo que no coincidimos fue cuando ella misma me expuso que un periodista, para alcanzar la gloria profesional eterna, tenía que cumplir con varios requisitos. Estas obligaciones las resumo en la siguiente penta:
1. Al salir de la universidad los periodistas se especializan en escribir y ser reporteros durante muchos años.
2. Luego, después de haber sido reportero, el periodista está preparado para afrontar cargos de coordinación, esto implica comenzar a delegar y olvidarse de los ‘incómodos’ ratos que se pasaron en la calle bajo la figura de un reportero raso.
3. Ahora ese que empezó como periodista está convertido en editor a causa de una sapiencia absurda que la edad y el tiempo han depositado en su camino.
4. El editor debe de trabajar duro, delegar fuerte con su tridente y pulir sus últimos retoques directivos.
5. Ahora, ese que recibió el título de periodista en una universidad tiene un cargo directivo y ha llegado a la gloria de este, al que Albert Camus y muchos otros han llamado “el oficio más hermoso del mundo”.
Reportero + trabajo + tiempo + edad = editor. Editor + habilidad para delegar + interrupción de los sabios oficios de la reportería = director de un medio. Director de un medio = meta de todo periodista.
Puede que muchos compartan la opinión de mi compañera, pero, como soy de la manada de los que concebimos la reportería, el contacto con la gente, el roce con el pueblo, como parte de nuestra vitalidad periodística, mis respuestas en todo momento fueron cerradas, a la negativa y, por supuesto, a la defensiva.
Todavía estoy buscando algún argumento sensato que se salga de mis límites pasionales; mientras tanto, no dejo de recrear en mi mente la imagen de la evolución periodística y siempre me veo como un mono de cola larga que salta cargado de periódicos sobre la mesa de un director de medio que tiene colgado sobre la pared un título profesional que, en la equivalencia de esta escala, lo acredita como un Homo Sapiens.
Admiro la labor de los editores que, como lo ha expresado en varias ocasiones Ana María Cano, directora de La Hoja Medellín, “son capaces de tomar decisiones arriesgadas, trascendentales y heroicas”. Exalto a un editor que escucha, glorifico a un editor que defiende, elevo al cielo a un editor que jamás deja su estado primitivo de reportero. Lo que condeno son aquellos editores que dejan de ser periodistas y, por una necesidad de clasificación, se convierten en una vacante que, en cualquier momento, puede llegar a reemplazarse por un economista o, en el mejor de los casos, por un administrador que conoce la gramática de la lengua en la cual se escribe.
Aún no termino de acostumbrarme a la ‘teoría evolutiva’ que he mencionado en repetidas ocasiones. Imagino al ruso Alexandr Ivánovich Oparin tratando de acomodar su clásico texto El origen de la vida a una exposición de argumentos evolutivos en el oficio periodístico; el único problema es que dentro de esta escala evolutiva no logro definirme entre un Australopithecus, un Homo erectus o un Homo neanderthalensis. Creo que por simple gusto sonoro me quedo con el Australopithecus.
Mi versión no es la única, ni pienso sentar otra especie evolutiva de ‘super periodistas’. Tampoco se encuentra entre mis planes dejar registrada una verdad. Lo único que aspiro es dejar en la mente de los que amamos y sentimos este oficio dentro de nuestras almas, la inquietud por las imágenes que nos estamos recreando de los perfiles de nuestro oficio. Por mi parte siempre seré periodista, levantaré en alto la bandera del reportero, aun me sigo preguntando qué pasa cuando un periodista se convierte en editor o director y se queda encerrado en un escritorio esperando un nuevo texto ¿Qué versión puede llegar a tenerse de la realidad?