Los hechos que aquí se narran ocurrieron en las instalaciones de una
prestigiosa sala de redacción. La narración es producto de la ficción y obedecen al robo de medio tomate.
Última fotografía registrada al cuerpo de alias "El rojo". |
La mañana del pasado lunes, justo antes de que el reloj marcara las 12, un asesinato enlutó el circuito profesional de un periódico en la provincia de Medellín. El modus operandi aunque coincidía con otros crímenes registrados no era el mismo: la víctima, que había sucumbido al instante del corte del cuchillo, todavía conservaba la mitad de su cuerpo. Intacto.
Al lado de su cadáver el asesino había dejado siete gotas de
sangre. La policía dedujo con bastante facilidad que se trataba del líquido de
la víctima. Esta hipótesis no hizo
progresar demasiado la investigación, pese a la considerable ayuda de una parte
de la población.
Una mujer que transitaba muy cerca del lugar fue quien
señaló la presencia de un sujeto sospechoso a las 11:00 de la mañana. Impávida,
miraba a la víctima de quien todavía tenía un par de recuerdos frescos.
Los familiares de alias “El rojo”, como se empeñaron en
llamarlo los agentes, se presentaron de inmediato en el lugar para descubrir
allí un cuchillo abandonado. De su costado izquierdo aún prendían las delgadas
fibras que alguna vez embellecieron las formas curvilíneas del finado.
Dos horas después de haber encontrado el cuerpo la autopsia
reveló que la muerte había sido provocada luego del primer cuchillazo. Era
indudable que la víctima había dejado de respirar a consecuencia de la
hemorragia.
En lo que quedó de su bolsillo izquierdo encontraron una etiqueta.
Establecieron que alias “El rojo” había nacido en una finca de San Vicente,
municipio del oriente de Antioquia en el que pasó los primeros años de su vida.
Sus padres habían muerto por cuenta de una plaga que llegó
con el invierno. Un campesino lo adoptó cerca de una choza de plástico donde
habían otros de los suyos.
“Siempre recordó a ese noble campesino. Julito, lo llamaba.
Hasta el día de su muerte narró las historias de ese buen hombre”, declaró la
única testigo que había decidido colaborar con las autoridades de la zona.
Mientras que avanzaban las investigaciones las noticias no
pararon de alarmar al vecindario. Dos investigadores del CTI lograron
establecer una cifra de más de 100 desaparecidos en los últimos 12 meses. José
“El banano” Serna había sido el último.
Las pruebas parecían indicar la presencia de un asesino en
serie muy cerca del lugar. Pero, el caso de “El rojo” desviaba la
investigación. A diferencia de las demás víctimas, una parte de su cuerpo había
sido encontrada en la escena del crimen.
Confundidas, las autoridades judiciales se negaron a
pronunciar comentario alguno alrededor de la investigación.
Los rumores empezaron a circular. “Recuerdo que uno de mis
más deseados amigos se fue sin decirme nunca nada. Ahora creo que también
desapareció”, señaló una mujer que, curiosamente, se hacía llamar ‘Orlando’.
“Yo sé que alguien en las noches merodea por el barrio
buscando víctimas”, dijo un fotógrafo que vivía cerca del lugar. “En mi
vecindario anterior se registraron casos similares. Ninguno logró resolverse”,
señaló otra de las personas que pasó por el lugar donde aún recordaban a “El
rojo”.
La presión mediática no tardó en aparecer. Luego de un largo
silencio el teniente Toro convocó a una rueda de prensa para ampliar los avances de la
investigación.
“Hemos podido establecer que alias “El rojo” llegó a Medellín desde hace un par de meses. Lo hizo en una caja de madera de manera ilegal. Entró por los túneles de un lugar que fue identificado como Buenos Aires y luego se hospedó en un frío vecindario”.
“Hemos podido establecer que alias “El rojo” llegó a Medellín desde hace un par de meses. Lo hizo en una caja de madera de manera ilegal. Entró por los túneles de un lugar que fue identificado como Buenos Aires y luego se hospedó en un frío vecindario”.
Aunque no era un hombre de problemas, las investigaciones
revelaron que en su contra se habían pronunciado varias amenazas. “Te voy a
estripar”. “Te voy a comer”. “Voy a hacerte sopa”. Fueron algunas.
Por esta razón “El rojo” tuvo que abandonar el frío
vecindario para trasladarse a otro. También frío, rodeado de desconocidos y
mucho más pequeño.
Sin saber que sería allí donde encontraría su trágico final,
se acomodó en una de las laderas. Desde allí pudo identificar a sus vecinos.
También sus olores, una característica fundamental del barrio. A “El rojo” le
gustaba imaginarse cómo eran las vidas de aquellos que olían a pollo y cómo
terminaban las jornadas de aquellos que vivían entre un delicioso olor a carne.
Cinco horas antes de su muerte había visto la luz del
amanecer.
Han pasado tres días desde la muerte de "El rojo". Son las 6:00
de la tarde y está a punto de anochecer. Si la investigación sigue sin avanzar,
aparecerán los pedazos de otros cuerpos esparcidos por toda la ciudad.
1 comentario:
Perla, qué divertido, esto si es reflexionar frente a la indelicadeza humana, si señora! Además, me parece un interesante ejercicio- de uso de la 'ficción'- para Periodismo Judicial. Vista la socialización en FB tienes bastante material para 'jugar' un poco más... Como, por ejemplo, un tipo 'Cadaver exquisito'. Andrea Doria
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